domingo, 4 de octubre de 2009

Hijos de perra epilépticos

Se llama Gaspar, ha tenido pulgas, garrapatas y ataques de epilepsia. Ah, y tiene cuatro patas y cola. Es el perro que he tenido por tres años, y que al igual que yo resultó ser un epiléptico. Justo cuando yo era el único que tenía el centro de atención. Ahora mi perro y yo competimos por la lástima de la familia.

Los ataques de Gaspar eran así: sus patitas tiesas, su hocico comprimido, el rabo entre las patas y obvio, las convulsiones. Silencioso como nunca antes, el perro se robaba la compasión de su familia, de mi familia.

Así como yo tomo carbamazepina para eliminar las convulsiones, también existen medicamentos que ayudan a aplacar las crisis en gatos y perros. Porque el mundo felino tampoco se salva.

Fenobarbital es el nombre del medicamento más utilizado en el tratamiento para animales. Debe suministrarse dos veces al día y mínimo por seis meses.

Gaspar hace meses que no convulsiona, yo hace años. El perro está a punto de terminar su tratamiento, yo también. Nunca supimos el origen de la epilepsia de Gaspar, tampoco el mío. Si yo tuviera cuatro patas y cola, seríamos exactamente iguales.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

No sé ayudar a un epiléptico

Nunca había visto como era una crisis de epilepsia. Bueno, sólo en televisión. De las tres que me habían dado a mí, sólo sabía por lo que me habían contado. Que los ojos se ponen blancos, que emitía ruidos extraños, que doblaba las manos y todo lo que la emoción de ese momento hacía ver a mis familiares.

Me costaba entender la gravedad del asunto, la pena de mis familiares, los llantos de mi mamá. Cómo iba a ser para tanto, decía yo. Todo esto, hasta que un día vi un hombre convulsionando, su cabeza se azotaba en el suelo. Y yo, parado a su lado, no fui capaz de ayudarlo.

Junto a unos amigos comíamos pizza, yo ya había perdido el miedo a que algo me pasara en la calle. No sé si alguna vez tuve miedo. Creo que la idea de un ataque en la vía pública me producía más vergüenza que temor. La cosa es que andaba por la calle, o comiendo pizza, sin pensar en la “enfermedad”.

Un fuerte golpe en una mesa llamó la atención de todos los clientes del local. En la entrada de la pizzería un hombre, de unos 40 años, tiritaba en el suelo. Un líquido blanco salía por su boca y su cabeza no paraba de golpearse. Esta frente a un espectáculo epiléptico.

No hice nada. No se ayudar a un epiléptico. Sólo espero que si me pasa algo a mi, haya alguien cerca que sepa ayudarme, sino mi cabeza lo lamentará.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Mi convulsión


La medicina se ha encargado de clasificar distintos tipos de convulsiones. Sin embargo, ésta vez hablaré de la que me pasó a mí. Las enciclopedias médicas son frías. Y yo interpreto mis extraños movimientos de una forma muy distinta.

Lo primero es la sordera, o algo así. Es como si el sistema auditivo se invirtiera. Los sonidos más lejanos retumbaban en mi cabeza. Pero no era capaz de escuchar mi propia voz. Ahí supe que esto no tenía como terminar bien…

Lo segundo es la sensación de que millones de hormigas empezaron a recorrer mi cara. Bajaban desde mis oídos hasta mi boca. Ya no había duda: esto iba mal.

Y todo esto pasó en menos de cinco segundos…

Lo tercero es la inconciencia. Dicen que me retorcía, que gritaba, que mi cara cambió de color, decían que hasta vomité. Yo sólo sé que después de las hormigas en la cara desperté con el dolor de cabeza más grande de mi vida.

La crisis no alcanzó a durar ni un minuto, para mi familia fueron varios. Mi madre me apretó contra su cuerpo mientras yo convulsionaba. ¡Error! Eso sólo hizo que el cuerpo me doliera más. Si la convulsión es como un adolescente joven: mientras más se le reprima más esfuerzos hará por liberarse. Eso lo supimos después de la tercera crisis.

Los neurólogos me lo intentaron explicar muchas veces, me hablaban de electricidad en el cerebro, de distintos tipos de convulsiones. Yo sólo sé que muchas hormigas caminaron por mi cara. Sólo sé que por varios segundos no estuve en este mundo…y que me moví como nunca antes lo había hecho.

sábado, 26 de septiembre de 2009

La carbamazepina


Habían pasado dos meses de mi primera convulsión. Ya había sufrido (o gozado) tres crisis de epilepsia. Era hora de empezar un tratamiento, uno que cesara los retorcidos movimientos que llegaron a mi vida.

Luego de visitar tres neurólogos, por fin conocí el nombre del medicamento que ha estado en mi vida por más de cuatro años, aplacando las crisis y (quizás) destruyendo mi hígado.

La carbamazepina, fármaco anticonvulsionante, es también utilizado para regular estados de ánimo. Eso es bueno, supongo. El problema es que estoy a dos semanas de terminar el tratamiento y los cambios de ánimo parece que están empezando a causar problemas. Puede que sea un efecto que yo me haya inventado, pero la realidad es que la mitad de la semana la paso super feliz y el resto me parece una mierda.

He estado más de 50 meses tomando un medicamento, lo máximo que tomé fue tres al día. Ya me había acostumbrado a despertar, sin importar que fuera feriado, a las 7 de la mañana. Ahí tomaba a mi pequeña amiga “carba” y la hacia fluir por mi sangre.

Los mitos en torno a la enfermedad, abundan. Que a los meses de dejar el tratamiento vuelven las crisis, que mi hígado esta destruido y un largo etc.

Yo sólo sé que mi ánimo esta cambiando, que voy a dejar de tomar carbamazepina y que seguramente mi vida será una mierda toda la semana, justo como era antes…antes de la primera crisis.

jueves, 24 de septiembre de 2009

El baile de la epilepsia

Tomarse la “enfermedad” con humor no esta nada de mal.
Esos movimientos que se logran con las convulsiones ya se los quisiera cualquier bailarín posmoderno. Aunque al otro día no haya parte de nuestro cuerpo que no este adolorida, como después de horas de baile, como después de horas de gimnasio.
Aprovechemos y bailemos El Baile de la Epilepsia!

Con ustedes Antony and the Johnsons

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El primer ataque, el último trago

La primera vez que las convulsiones llegaron a mi vida tenía 19 años. Se me durmió la cara, perdí la audición y en menos de 5 segundos mi cuerpo se contorsionaba en el suelo. Esa fue la primera vez.

Se vino una semana de exámenes, de hospitalización y del cuidado intensivo de mi familia. Los mitos en torno a la epilepsia abundan y todos nos contagiamos de ellos. La idea de un tumor estaba en la cabeza de todos pero nadie se atrevía a decirlo.

Esa fue la antesala de lo que se vendría después…consultas médicas, remedios por montón y la prohibición de trasnochar y beber alcohol.

Adiós carretes, bienvenida epilepsia.

Epilepsia

Hace un centenar de años un epiléptico era considerado un ser humano endemoniado. Hoy en día, gracias al uso de anticonvulsionantes ( como la carbamazepina), la epilepsia es sólo una enfermedad dentro del Auge.

Aquí encontrarás consejos e historias de un epiléptico…